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GRUPO 1

miércoles, 4 de noviembre de 2009

LAS MUJERES DE ARTIGAS

El estudio de la vida intima del General José Artigas (1764-1850) ha resultado ser enormemente dificultosa, probablemente por haber sido éste prácticamente elevado a una especie de mito “deshumanizado”. Lo cierto es que el prócer tuvo varias compañeras que lo siguieron a lo largo de su vida con las cuales engendró varios hijos por los que se preocupó en forma constante tal y como lo revelan las diversas cartas y documentos. Cabe aclarar que varias veces Artigas actúa en una suerte de padrinazgo ofreciendo su protección y cuidado a niños que luego portaron su apellido sin tener vínculo biológico con el prócer.

Artigas e Isabel Sánchez Velásquez

La primera mujer de Artigas de que se tenga conocimiento documentado es Isabel Sánchez (nacida hacia 1760) quien fue su amor de juventud y vecina de Villa Soriano. Isabel Sánchez estuvo casada en primeras nupcias en 1779 con Julián Arrúa con el que tuvo cinco hijos reconocidos. Julián Arrúa pertenecía a la milicia y luego de dejar las armas fue peón de campo y luego de tropas arriando ganado: “Su patrón había confiado su empresa a un joven montevideano con cinco años de experiencia en esa clase de trabajo, famoso por su ascendiente personal entre el paisanaje. Emparentado con prestigiosas familias de Santo Domingo Soriano, el joven frecuentaba en sus vacaciones ese pueblo, asiento de una sociedad democrática que ejercía sobré atracción irresistible. Llamábase José Artigas” (SANTOS PÍREZ 2002)

Arrúa finalizo su vida inculpado por un asesinato: luego de estar preso diez años en las obras de fortificación de Montevideo, falleció de forma violenta, hacia el 30 de abril de 1802 (no se sabe de qué manera murió con exactitud).

Estando separada de su primer marido Isabel Sánchez y José Artigas se enamoran y de dicho amor nacerán cuatro criaturas nacidos en la Villa de Soriano: Juan Manuel (3 de julio de 1791), María Clemencia (14 de agosto de 1793), María Agustina (4 de agosto de 1795) y María Vicenta (24 de octubre de 1804). Como se puede observar el romance se prolongó por un largo período de tiempo: entre el primer y el último de los hijos conocido media un lapso de casi tres lustros; 1791 a 1804.

Manuel Artigas también eligió el oficio de las armas: en 1811 era jefe de una división de caballería, en 1814 estuvo al mando de la guarnición del pueblo de Mercedes y en 1816 y 1817 fue coronel del Regimiento de Caballería Civil. Se casó en La Purificación en 1815 con Doña Juana Isabel Ayala, presidiendo la boda el cura Monterroso.

Manuel será el representante de Artigas en sus asuntos familiares que se prolongan incluso hasta la internación de Artigas en el Paraguay, en ese momento lo encontramos en el departamento de Paysandú con su esposa y con su madrastra Melchora Cuenca y los hijos de ésta. Manuel se establece en Entre Ríos en 1821 con su mujer y su primer hijo alejándose de la que sería tercera mujer de Artigas, Melchora Cuenca. En Entre Ríos, precisamente, lo encuentra la muerte el 15 de octubre de 1851 (THEVENET 1925)

Artigas y Rosalía Villagrán

Al fallecer Isabel Sánchez, Artigas solicita licencia en su campamento de Tacuarembo Chico para contraer matrimonio, arreglado a la usanza de la época, con su prima Rosalía Rafaela Villagrán. La boda se llevó a cabo el 31 de diciembre de 1805 asistiendo el novio uniformado, siendo la madrina de boda una hermana de Rosalía futura madre del que fuera presidente de la República: Don Gabriel Antonio Pereyra. Al tener un parentesco relativamente próximo, el cura les encomienda mantenerse en la oración, persignarse, etc. (arrodillados) por tres semanas.

Del matrimonio nacerían tres hijos, un varón y dos mujeres que mueren a los pocos meses de nacidas, sus nombres fueron: José María, Francisca y Petrona.

En “Rasgos biográficos de hombres notables de la República Oriental del Uruguay”, de Isidoro de María, se describe la situación económica de Artigas al momento de su boda: “Al tomar estado no poseía más bienes de fortuna que el sueldo de 48 pesos que gozaba como Ayudante Mayor de Blandengues y un campo en Arerunguá, que acababa de denunciar como realengo. Careciendo de dote para su consorte, su padre don Martín le regaló un solar de 13 varas de frente al Este, por 50 de fondo, ubicado en la calle de San Benito, contiguo a la casa de su propiedad, en la cuadra que había sido repartida a su progenitor don Juan Antonio Artigas, primitivo poblador” (calle Colón y Cerrito). Transcurrido un año de su casamiento, Artigas debe retornar al servicio activo en el escenario de las invasiones inglesas.

La vida del novel matrimonio fue difícil, el sueldo de Artigas no siempre resultaba pago, carecía de recursos para atender su familia, o estaba de servicio en campaña. En estas circunstancias, y con motivo de un aborto sufrido por su esposa, le escribe desde el Paso de Polanco la siguiente carta a su suegra doña Francisca Villagrán:

“Mi más venerada señora: Aquí estamos pasando trabajos, siempre a caballo para garantir a los vecinos de los malevos. Siento en el alma el estado de mi querida Rafaela. Venda usted cuanto tenga para asistirla, que es lo primero, y atender a mi querido José María, que para eso he trabajado”. (16 de agosto de 1809)

Cuando la situación se agrava, el cabildo de Montevideo ayuda a la esposa del prócer con una pensión de cien pesos mensuales, asistencia para la educación de su hijo y una casa en la ciudad. La primera de estas ayudas la recibe Manuel Villagrán, hermano de Rosalía:

“He recibido del Sr. Regidor Don Antonio Reyna, la cantidad de seis onzas de oro, que por orden superior me fueron entregadas por dicho señor, para ponerlas a disposición de doña Rafaela Villagrán. Y para que conste le doy el presente en Montevideo a 25 de julio de 1816. Manuel Villagrán”.

Cuatro meses después de morir Petrona, una de sus hijas, Artigas le escribe a su suegra:

“...quedo enterado en todo en quanto en la suya me dice, en particular del estado de Rafaela de que sus males an seguido sin encontrar ninguna mejoría lo que para mi ha sido muy sensible, pues yo pensé que ubiese tenido alguna mejora... José Artigas. Paso del Polanco, 16 de agosto de 1810” (sic)

Su matrimonio fue destruido, en parte, por la enfermedad mental que afectaba a su esposa (alucinaciones, manías persecutorias, etc.) producto de una fiebre puerperal en una época donde los medios antisépticos eran desconocidos; su esposa sería cuidada por una tía de Artigas. Rafaela Rosalía Villagrán, muere finalmente, en Montevideo en el año 1824. Eduardo Galeano, en su “Memorias del fuego”, nos ilustra su entierro “Pasa un par de bueyes, llevando una muerta al camposanto. Tras la carreta, un monje desgrana el rosario. Hasta la barbería llegan los sones de alguna campana que por rutina despide a la difunta de tercera clase. La navaja se para en el aire. El barbero se persigna y de su boca salen palabras sin ánimo desollador: Pobrecilla. Nunca fue feliz. El cadáver de Rosalía Villagrán está atravesando la ciudad ocupada por los enemigos de Artigas. Hacía mucho que ella creía que era otra, y creía que vivía en otro tiempo y en otro mundo, y en el hospital de la Caridad besaba las paredes y discutía con las palomas. Rosalía Villagrán, la esposa de Artigas, ha entrado en la muerte sin una moneda para pagarse el ataúd”.

De este matrimonio nacería, como se ha dicho, José María en el año 1806, hombre que pronto encontró el camino militar llegando a alcanzar el grado de Teniente Coronel. Ya se ha comentado que Artigas tuvo que requerir del Cabildo para que lo ayudaran en la educación de su hijo a partir de 1815: “Aun esta erogación la hubiera ahorrado a nuestro Estado naciente, si mis facultades bastasen a sostener aquella obligación. Pero no ignora V.S. mi indigencia, y en obsequio a mi Patria ella me empeña a ser generoso igualmente que agradecido”.

José María ni bien se entera de que su padre está aun con vida en el Paraguay lo va a visitar en 1846 con el objeto de hacerlo retornar a la patria: en vano rogó a su padre, quien rechazó la propuesta y decidió permanecer en el Paraguay hasta el fin de sus días. José María moriría un año más tarde, en la ciudad de Montevideo en 1847.

Es interesante rescatar que José María se casó con Josefa de María, emparentada con Isidoro de María quien produciría una de las primeras biografías del General José Artigas: la creación de un hombre “semi-mítico”, muy formal y tradicionalista no coincide con la existencia de todas estas mujeres, queda la interrogante de por qué Isidoro de María no menciona en su obra ni una sola de las mujeres de Artigas o sus vástagos, a excepción de Rosalía Villagrán y, obviamente, de José María. Sería, quizás, para cuidar la “imagen” de Artigas, o quizás en respuesta al vínculo que lo unía a José María y obviamente a su viuda, Josefa de María. A partir de ese entonces se desarrolló en el Uruguay la idea de que el pasado de Artigas, previo a la época libertadora era oscuro, que faltaban datos, así como la época en que éste vive en el Paraguay: los datos pudieron ser filtrados para armar una historia que luego se repitió en los distintos libros de textos.

Artigas y Melchora Cuenca

Estando en el campamento de Purificación, Artigas se casa con una mujer (1815) que también le dejaría descendencia: Doña Melchora Cuena, una lancera paraguaya. Esta mujer, mucho menor que Artigas, conoció al prócer pues su padre traía víveres a Artigas enviados por la Junta del Paraguay. Éste se constituye en el segundo matrimonio del General habiendo sido anulado el anterior invocándose la demencia de Rosalía Villagrán. Tuvieron dos hijos: Santiago, nacido en 1816, y María, nacida en 1819. Aparentemente, se habrían conocido en Argentina en 1815: luego de retirarse del asedio de la plaza de Montevideo, Artigas estuvo algunos meses en Santa Fe al frente de un ejército.

Desde 1819 se notan profundas desavenencias entre el prócer y su mujer quien se niega a acompañarlo al Paraguay: quedara con sus hijos viendo al General por última vez en Mandisoví. A partir de allí se inicia para Melchora una vida de grandes dificultades para sobrevivir, no solo en lo económico, sino por haber sido la compañera de Artigas debiendo escapar de sus enemigos.

Los Rivera, tanto Fructuoso como su esposa Bernardina Fragoso, le tienden una mano intentando ayudarla: se hacen cargo de Santiago no así de María, la otra hija. Melchora le respondió a Bernardina Fragoso de Rivera: ella era “la única hija que le quedaba”, toda vez que su hijo estaba ausente en campaña militar.

Debe recorrer Brasil y Entre Ríos siendo perseguida con su hija. Hacia el año 1829 Melchora contrae matrimonio con José Cáceres, natural de Entre Ríos. Finalmente, Melchora fallece asfixiada por los gases de un bracero, en circunstancias no aclaradas, en Concordia entre los años 1860 y 1870.

Santiago, hijo de ambos habría nacido en Purificación en 1816. Tutelado por Rivera, sigue la carrera militar hasta alcanzar el grado de Coronel. En el año 1836 se casa en la ciudad de Paysandú con doña Ana Vallejo, habiendo dado el General Rivera, como su tutor, el consentimiento para su matrimonio. Peleó en los combates de Cagancha, y en la derrota de India Muerta. Respaldó y estuvo al servicio del “Gobierno de la Defensa”, donde participó en la defensa de la villa del Salto. Luego se trasladó a la ciudad de Concordia donde alcanzó el grado de comandante general ocupado cargos de confianza del gobernador de Entre Ríos, general Urquiza. Fallece en esta ciudad en el año 1861.

Dos documentos confirman que Melchora y Artigas habían contraído matrimonio: Santiago declara en el acta de su casamiento que era “hijo legitimo” de Artigas, por otra parte, la partida de defunción de María Artigas, su otra hija, establece que era la hija legitima “de José Artigas y de su esposa Doña Melchora Cuenca”.

Con respecto a sus hijos y a su mujer se pueden exponer dos cartas de Artigas dirigidas a Manuel Artigas (hijo, como hemos visto, de la unión del prócer con Isabel Sánchez) poco antes de que el General entrara al Paraguay, donde Artigas se preocupa por la suerte de su hijo menor Santiago. La segunda carta de Artigas, cuarenta días más tarde, amplia sus disposiciones privadas, mostrando una intensa preocupación por su mujer:

Mandisovi, 20 de agosto de 1819:

“...Ya le he dicho a Carvallo te entriegue los Bueyes, las Carretas, las Yeguas y los cavallos de los Colorados qe. Deberٲ traher. Todo lo demás debes recivirlo y tratar de conservarlo, qe. Si lo cuidas tendrás como mantenerte, y si lo echas por áy pa. Ti lo harás. No te encargo más, qe. Me cuides a Santiago, y lo mires como qe. Es tu hermano. No permitas qe. El pase necesidad. Socorrelo , qe. Aal fin poco puede Ser. Si Melchora se aburriese de estar áy, y quisiese ir a otra parte no me permitas en manera alguna, se lleve al Niño. Tu sabes qe. Por eso lo mantengo y mientras quiera subsistir áy te encargo se lleven bien , y no lo incomodes, ni se le prive nada delo qe. Ella tiene. Para ello se lo dió y qe. Disponga como le paresca , menos de Santiago. A este deberas cuidarlo y recogerlo en cualqr. Caso. Procura cuidar de las pocas Baqas que hayan quedado. El viejo Techera tiene las ovejas Si las necesitas puedes recogerlas, y cuidarlas. Tambn te prevengo, qe. El Viejo Techera tiene una carreta, y otra Dn. Feliz Rodrígz . Es regular las necesiten. Dejasélas, pero sabrás qe. Te pertenecen y qe. Puedes recogerlas , quando ya no las necesiten. También te entregará Carvallo a Tío Jorge, y a Francisquillo pa. Qe. Te ayuden a cuidar, y tu procura cuidarlos y hacerlos trabajar. Express. A Juanita y tu recibe el afecto de tu Pe. 20 de Agto. de 19. – José Artigas” (sic).
“Mi querido Manuel: por tu apreciable de 2 ppdo. Qudo enterado de quanto has recivido: con esto, y lo qe. De antemano te tengo dado, me parece tienes bastante pa. sostener tu familia, a tu hermanito, y a nustros quatro criados tío Pancho, tío Jorge, el hornero y Francisquillo; a quienes debes proporcionarles todo lo qe. necesiten, aun los vicios, aunqe. Sea, vendiendo algunos animales. Las carretas, es de necesidad, las tengas siempre listas; si se ha ido. Como me anuncias el mrto. Capintero, no faltara otro quien pagandole su trabajo la pongan en estado de servir: con ellas y los criados puedes acquirir lo necesario pa. Vivir, siempre qe. arregles tu conducta y no malvarates: éste debe ser tu anhelo: debes hacerte cargo qe. tu ocupas en el día mi lugar, pa. proveher de lo necesario a tu familia, tus esclavos, tu hermano y la madre de este; qe. mis atenciones no permiten lugar pa. Esto, y qe. Solo tu con tu conducta arreglada puedes proporcionarles, lo qe. yo haria en iguales circunstancias. Da mis expresiones a Santiago y afecto de tu Padre. Mandisoví 1.o Octre. De 19. – José Artigas” (sic.)

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