miércoles, 4 de noviembre de 2009
LAS MUJERES DE ARTIGAS
Artigas e Isabel Sánchez Velásquez
La primera mujer de Artigas de que se tenga conocimiento documentado es Isabel Sánchez (nacida hacia 1760) quien fue su amor de juventud y vecina de Villa Soriano. Isabel Sánchez estuvo casada en primeras nupcias en 1779 con Julián Arrúa con el que tuvo cinco hijos reconocidos. Julián Arrúa pertenecía a la milicia y luego de dejar las armas fue peón de campo y luego de tropas arriando ganado: “Su patrón había confiado su empresa a un joven montevideano con cinco años de experiencia en esa clase de trabajo, famoso por su ascendiente personal entre el paisanaje. Emparentado con prestigiosas familias de Santo Domingo Soriano, el joven frecuentaba en sus vacaciones ese pueblo, asiento de una sociedad democrática que ejercía sobré atracción irresistible. Llamábase José Artigas” (SANTOS PÍREZ 2002)
Arrúa finalizo su vida inculpado por un asesinato: luego de estar preso diez años en las obras de fortificación de Montevideo, falleció de forma violenta, hacia el 30 de abril de 1802 (no se sabe de qué manera murió con exactitud).
Estando separada de su primer marido Isabel Sánchez y José Artigas se enamoran y de dicho amor nacerán cuatro criaturas nacidos en la Villa de Soriano: Juan Manuel (3 de julio de 1791), María Clemencia (14 de agosto de 1793), María Agustina (4 de agosto de 1795) y María Vicenta (24 de octubre de 1804). Como se puede observar el romance se prolongó por un largo período de tiempo: entre el primer y el último de los hijos conocido media un lapso de casi tres lustros; 1791 a 1804.
Manuel Artigas también eligió el oficio de las armas: en 1811 era jefe de una división de caballería, en 1814 estuvo al mando de la guarnición del pueblo de Mercedes y en 1816 y 1817 fue coronel del Regimiento de Caballería Civil. Se casó en La Purificación en 1815 con Doña Juana Isabel Ayala, presidiendo la boda el cura Monterroso.
Manuel será el representante de Artigas en sus asuntos familiares que se prolongan incluso hasta la internación de Artigas en el Paraguay, en ese momento lo encontramos en el departamento de Paysandú con su esposa y con su madrastra Melchora Cuenca y los hijos de ésta. Manuel se establece en Entre Ríos en 1821 con su mujer y su primer hijo alejándose de la que sería tercera mujer de Artigas, Melchora Cuenca. En Entre Ríos, precisamente, lo encuentra la muerte el 15 de octubre de 1851 (THEVENET 1925)
Artigas y Rosalía Villagrán
Al fallecer Isabel Sánchez, Artigas solicita licencia en su campamento de Tacuarembo Chico para contraer matrimonio, arreglado a la usanza de la época, con su prima Rosalía Rafaela Villagrán. La boda se llevó a cabo el 31 de diciembre de 1805 asistiendo el novio uniformado, siendo la madrina de boda una hermana de Rosalía futura madre del que fuera presidente de la República: Don Gabriel Antonio Pereyra. Al tener un parentesco relativamente próximo, el cura les encomienda mantenerse en la oración, persignarse, etc. (arrodillados) por tres semanas.
Del matrimonio nacerían tres hijos, un varón y dos mujeres que mueren a los pocos meses de nacidas, sus nombres fueron: José María, Francisca y Petrona.
En “Rasgos biográficos de hombres notables de la República Oriental del Uruguay”, de Isidoro de María, se describe la situación económica de Artigas al momento de su boda: “Al tomar estado no poseía más bienes de fortuna que el sueldo de 48 pesos que gozaba como Ayudante Mayor de Blandengues y un campo en Arerunguá, que acababa de denunciar como realengo. Careciendo de dote para su consorte, su padre don Martín le regaló un solar de 13 varas de frente al Este, por 50 de fondo, ubicado en la calle de San Benito, contiguo a la casa de su propiedad, en la cuadra que había sido repartida a su progenitor don Juan Antonio Artigas, primitivo poblador” (calle Colón y Cerrito). Transcurrido un año de su casamiento, Artigas debe retornar al servicio activo en el escenario de las invasiones inglesas.
La vida del novel matrimonio fue difícil, el sueldo de Artigas no siempre resultaba pago, carecía de recursos para atender su familia, o estaba de servicio en campaña. En estas circunstancias, y con motivo de un aborto sufrido por su esposa, le escribe desde el Paso de Polanco la siguiente carta a su suegra doña Francisca Villagrán:
“Mi más venerada señora: Aquí estamos pasando trabajos, siempre a caballo para garantir a los vecinos de los malevos. Siento en el alma el estado de mi querida Rafaela. Venda usted cuanto tenga para asistirla, que es lo primero, y atender a mi querido José María, que para eso he trabajado”. (16 de agosto de 1809)
Cuando la situación se agrava, el cabildo de Montevideo ayuda a la esposa del prócer con una pensión de cien pesos mensuales, asistencia para la educación de su hijo y una casa en la ciudad. La primera de estas ayudas la recibe Manuel Villagrán, hermano de Rosalía:
“He recibido del Sr. Regidor Don Antonio Reyna, la cantidad de seis onzas de oro, que por orden superior me fueron entregadas por dicho señor, para ponerlas a disposición de doña Rafaela Villagrán. Y para que conste le doy el presente en Montevideo a 25 de julio de 1816. Manuel Villagrán”.
Cuatro meses después de morir Petrona, una de sus hijas, Artigas le escribe a su suegra:
“...quedo enterado en todo en quanto en la suya me dice, en particular del estado de Rafaela de que sus males an seguido sin encontrar ninguna mejoría lo que para mi ha sido muy sensible, pues yo pensé que ubiese tenido alguna mejora... José Artigas. Paso del Polanco, 16 de agosto de 1810” (sic)
Su matrimonio fue destruido, en parte, por la enfermedad mental que afectaba a su esposa (alucinaciones, manías persecutorias, etc.) producto de una fiebre puerperal en una época donde los medios antisépticos eran desconocidos; su esposa sería cuidada por una tía de Artigas. Rafaela Rosalía Villagrán, muere finalmente, en Montevideo en el año 1824. Eduardo Galeano, en su “Memorias del fuego”, nos ilustra su entierro “Pasa un par de bueyes, llevando una muerta al camposanto. Tras la carreta, un monje desgrana el rosario. Hasta la barbería llegan los sones de alguna campana que por rutina despide a la difunta de tercera clase. La navaja se para en el aire. El barbero se persigna y de su boca salen palabras sin ánimo desollador: Pobrecilla. Nunca fue feliz. El cadáver de Rosalía Villagrán está atravesando la ciudad ocupada por los enemigos de Artigas. Hacía mucho que ella creía que era otra, y creía que vivía en otro tiempo y en otro mundo, y en el hospital de la Caridad besaba las paredes y discutía con las palomas. Rosalía Villagrán, la esposa de Artigas, ha entrado en la muerte sin una moneda para pagarse el ataúd”.
De este matrimonio nacería, como se ha dicho, José María en el año 1806, hombre que pronto encontró el camino militar llegando a alcanzar el grado de Teniente Coronel. Ya se ha comentado que Artigas tuvo que requerir del Cabildo para que lo ayudaran en la educación de su hijo a partir de 1815: “Aun esta erogación la hubiera ahorrado a nuestro Estado naciente, si mis facultades bastasen a sostener aquella obligación. Pero no ignora V.S. mi indigencia, y en obsequio a mi Patria ella me empeña a ser generoso igualmente que agradecido”.
José María ni bien se entera de que su padre está aun con vida en el Paraguay lo va a visitar en 1846 con el objeto de hacerlo retornar a la patria: en vano rogó a su padre, quien rechazó la propuesta y decidió permanecer en el Paraguay hasta el fin de sus días. José María moriría un año más tarde, en la ciudad de Montevideo en 1847.
Es interesante rescatar que José María se casó con Josefa de María, emparentada con Isidoro de María quien produciría una de las primeras biografías del General José Artigas: la creación de un hombre “semi-mítico”, muy formal y tradicionalista no coincide con la existencia de todas estas mujeres, queda la interrogante de por qué Isidoro de María no menciona en su obra ni una sola de las mujeres de Artigas o sus vástagos, a excepción de Rosalía Villagrán y, obviamente, de José María. Sería, quizás, para cuidar la “imagen” de Artigas, o quizás en respuesta al vínculo que lo unía a José María y obviamente a su viuda, Josefa de María. A partir de ese entonces se desarrolló en el Uruguay la idea de que el pasado de Artigas, previo a la época libertadora era oscuro, que faltaban datos, así como la época en que éste vive en el Paraguay: los datos pudieron ser filtrados para armar una historia que luego se repitió en los distintos libros de textos.
Artigas y Melchora Cuenca
Estando en el campamento de Purificación, Artigas se casa con una mujer (1815) que también le dejaría descendencia: Doña Melchora Cuena, una lancera paraguaya. Esta mujer, mucho menor que Artigas, conoció al prócer pues su padre traía víveres a Artigas enviados por la Junta del Paraguay. Éste se constituye en el segundo matrimonio del General habiendo sido anulado el anterior invocándose la demencia de Rosalía Villagrán. Tuvieron dos hijos: Santiago, nacido en 1816, y María, nacida en 1819. Aparentemente, se habrían conocido en Argentina en 1815: luego de retirarse del asedio de la plaza de Montevideo, Artigas estuvo algunos meses en Santa Fe al frente de un ejército.
Desde 1819 se notan profundas desavenencias entre el prócer y su mujer quien se niega a acompañarlo al Paraguay: quedara con sus hijos viendo al General por última vez en Mandisoví. A partir de allí se inicia para Melchora una vida de grandes dificultades para sobrevivir, no solo en lo económico, sino por haber sido la compañera de Artigas debiendo escapar de sus enemigos.
Los Rivera, tanto Fructuoso como su esposa Bernardina Fragoso, le tienden una mano intentando ayudarla: se hacen cargo de Santiago no así de María, la otra hija. Melchora le respondió a Bernardina Fragoso de Rivera: ella era “la única hija que le quedaba”, toda vez que su hijo estaba ausente en campaña militar.
Debe recorrer Brasil y Entre Ríos siendo perseguida con su hija. Hacia el año 1829 Melchora contrae matrimonio con José Cáceres, natural de Entre Ríos. Finalmente, Melchora fallece asfixiada por los gases de un bracero, en circunstancias no aclaradas, en Concordia entre los años 1860 y 1870.
Santiago, hijo de ambos habría nacido en Purificación en 1816. Tutelado por Rivera, sigue la carrera militar hasta alcanzar el grado de Coronel. En el año 1836 se casa en la ciudad de Paysandú con doña Ana Vallejo, habiendo dado el General Rivera, como su tutor, el consentimiento para su matrimonio. Peleó en los combates de Cagancha, y en la derrota de India Muerta. Respaldó y estuvo al servicio del “Gobierno de la Defensa”, donde participó en la defensa de la villa del Salto. Luego se trasladó a la ciudad de Concordia donde alcanzó el grado de comandante general ocupado cargos de confianza del gobernador de Entre Ríos, general Urquiza. Fallece en esta ciudad en el año 1861.
Dos documentos confirman que Melchora y Artigas habían contraído matrimonio: Santiago declara en el acta de su casamiento que era “hijo legitimo” de Artigas, por otra parte, la partida de defunción de María Artigas, su otra hija, establece que era la hija legitima “de José Artigas y de su esposa Doña Melchora Cuenca”.
Con respecto a sus hijos y a su mujer se pueden exponer dos cartas de Artigas dirigidas a Manuel Artigas (hijo, como hemos visto, de la unión del prócer con Isabel Sánchez) poco antes de que el General entrara al Paraguay, donde Artigas se preocupa por la suerte de su hijo menor Santiago. La segunda carta de Artigas, cuarenta días más tarde, amplia sus disposiciones privadas, mostrando una intensa preocupación por su mujer:
Mandisovi, 20 de agosto de 1819:
“...Ya le he dicho a Carvallo te entriegue los Bueyes, las Carretas, las Yeguas y los cavallos de los Colorados qe. Deberٲ traher. Todo lo demás debes recivirlo y tratar de conservarlo, qe. Si lo cuidas tendrás como mantenerte, y si lo echas por áy pa. Ti lo harás. No te encargo más, qe. Me cuides a Santiago, y lo mires como qe. Es tu hermano. No permitas qe. El pase necesidad. Socorrelo , qe. Aal fin poco puede Ser. Si Melchora se aburriese de estar áy, y quisiese ir a otra parte no me permitas en manera alguna, se lleve al Niño. Tu sabes qe. Por eso lo mantengo y mientras quiera subsistir áy te encargo se lleven bien , y no lo incomodes, ni se le prive nada delo qe. Ella tiene. Para ello se lo dió y qe. Disponga como le paresca , menos de Santiago. A este deberas cuidarlo y recogerlo en cualqr. Caso. Procura cuidar de las pocas Baqas que hayan quedado. El viejo Techera tiene las ovejas Si las necesitas puedes recogerlas, y cuidarlas. Tambn te prevengo, qe. El Viejo Techera tiene una carreta, y otra Dn. Feliz Rodrígz . Es regular las necesiten. Dejasélas, pero sabrás qe. Te pertenecen y qe. Puedes recogerlas , quando ya no las necesiten. También te entregará Carvallo a Tío Jorge, y a Francisquillo pa. Qe. Te ayuden a cuidar, y tu procura cuidarlos y hacerlos trabajar. Express. A Juanita y tu recibe el afecto de tu Pe. 20 de Agto. de 19. – José Artigas” (sic).
“Mi querido Manuel: por tu apreciable de 2 ppdo. Qudo enterado de quanto has recivido: con esto, y lo qe. De antemano te tengo dado, me parece tienes bastante pa. sostener tu familia, a tu hermanito, y a nustros quatro criados tío Pancho, tío Jorge, el hornero y Francisquillo; a quienes debes proporcionarles todo lo qe. necesiten, aun los vicios, aunqe. Sea, vendiendo algunos animales. Las carretas, es de necesidad, las tengas siempre listas; si se ha ido. Como me anuncias el mrto. Capintero, no faltara otro quien pagandole su trabajo la pongan en estado de servir: con ellas y los criados puedes acquirir lo necesario pa. Vivir, siempre qe. arregles tu conducta y no malvarates: éste debe ser tu anhelo: debes hacerte cargo qe. tu ocupas en el día mi lugar, pa. proveher de lo necesario a tu familia, tus esclavos, tu hermano y la madre de este; qe. mis atenciones no permiten lugar pa. Esto, y qe. Solo tu con tu conducta arreglada puedes proporcionarles, lo qe. yo haria en iguales circunstancias. Da mis expresiones a Santiago y afecto de tu Padre. Mandisoví 1.o Octre. De 19. – José Artigas” (sic.)
LAS MUJERES DE URUGUAY
Uruguay sobresale por su temprana legislación de protección a la mujer trabajadora y por la ley de divorcio unilateral sin expresión de causa (1913), así como por la rápida secularización que culminó en la separación de la Iglesia y el Estado en 1917.
Tras casi veinte años de acción organizada, en 1932 las mujeres obtuvieron el derecho a voto, siendo Uruguay el segundo país de la región en reconocerlo. Se incorporaron al Parlamento en 1943, pero recién en 1968 una mujer ocupó una cartera ministerial, sólo por un mes.
La democracia uruguaya, con una tradicional y activa participación electoral, sufrió una dramática interrupción con la dictadura militar de 1973-1985. La dureza del período -la represión y la profunda crisis económica- mantuvo a las mujeres marginadas del proceso vivido tanto a nivel mundial como en la mayoría de los países de América Latina por la celebración del Decenio de Naciones Unidas para la Mujer (1975-1985). Sin embargo, la propia situación del país politiza la vida cotidiana y los afectos y en 1982 comienzan a articularse con fuerza nuevos grupos de mujeres preocupadas de la defensa de los derechos humanos y las necesidades de subsistencia. Las mujeres se vuelven protagonistas de la lucha por la democracia, formulan reivindicaciones específicas y finalmente buscan su incorporación en la esfera de los partidos políticos a partir de la coordinación de organizaciones y grupos de mujeres.
Si bien la transición a la democracia en sus inicios fue mezquina con las mujeres en cuanto a cargos de representación y en el Poder Ejecutivo, paulatinamente sus reivindicaciones se han ido legitimando y han vuelto a estar en el Parlamento -incluso con una comisión especial sobre Condición de la Mujer- y por primera vez presiden Juntas Departamentales. Esta presencia en el poder local ha permitido un trabajo concertado con organizaciones femeninas de base, así como con Organismos No Gubernamentales de trayectoria en el trabajo con mujeres. En los partidos políticos se ha puesto en el debate la cuotificación de los cargos y en el Parlamento se debate una ley que haga otro tanto en los cuerpos representativos.
Las uruguayas fueron las primeras en América Latina en modificar profundamente sus rasgos demográficos, tanto como producto de los cambios generales de la población como a través de la modificación de su propio comportamiento reproductivo. De esta forma, ya a mediados de siglo la población femenina en Uruguay era principalmente adulta, fundamentalmente urbana y tenía menos de tres hijos como promedio durante su vida fértil. Estas características se han ido acentuando en las últimas décadas, pero sin que se hayan producido los cambios drásticos que tuvieron lugar en la mayoría de los países de la región en esta segunda mitad del siglo.
Las mujeres han participado desde temprano en el mercado económico uruguayo. Sus tasas de participación están entre las más altas de América Latina y la fuerza laboral femenina tiene un nivel educativo promedio más alto que la masculina. Sin embargo, sigue obteniendo menores salarios y orientándose hacia profesiones todavía tradicionalmente femeninas.
Sus condiciones de salud y educación son comparativamente buenas en la región. Ha sido sobre todo en el campo educativo donde las mujeres de Uruguay han dado un salto importante en las últimas dos décadas. Las uruguayas habían alcanzado a mediados de siglo una situación educacional semejante a la que están logrando las mujeres de la mayoría de los países latinoamericanos desde la pasada década: paritaria respecto del varón en los niveles primario y secundario y ligeramente inferior en el universitario. Pero el nuevo impulso que tuvo su participación en los últimos veinte años ha significado que hoy sean claramente mayoritarias en las matrículas de los niveles segundo y tercero de la educación. Ello no quiere decir que su situación educativa no presente algunos problemas de consideración: segmentación al momento de elegir carrera, falta de formación técnica y, sobre todo, una socialización escolar en menores y jóvenes que aún reproduce la división tradicional de roles sexuales.
En el ámbito de la acción social colectiva de mujeres, Uruguay cuenta hoy día con un amplio tejido social, vivo y variado que incluye tanto grupos de base como organizaciones feministas, centros académicos y de investigación, ONG de desarrollo social, organizaciones políticas y asociaciones gremiales. Esta heterogeneidad constituye una riqueza pero también es fuente de tensiones y las líderes han debido realizar enormes esfuerzos para conservar los espacios de coordinación y continuar buscando mecanismos de articulación con el sistema institucional. El debate en torno a la autonomía del movimiento social y la doble militancia -política y de mujeres- recorre el quehacer de las organizaciones en un país de fuerte tradición político-partidaria y donde el mito de la sociedad igualitaria aún persiste en el sentir colectivo.
El proyecto de investigación Mujeres Latinoamericanas en Cifras fue desarrollado en Uruguay por Rosario Aguirre, investigadora del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo, Uruguay (CIEDUR). La presentación de resultados fue realizada por la Coordinación Regional del proyecto, atendiendo a las necesidades de comparación del caso uruguayo con el resto de los países de América Latina.
martes, 3 de noviembre de 2009
ARTIGAS EN LA EPOCA DE LA REVOLUCION
Estalla el proceso de la Independencia Hispanoamericana
En 1808 Napoleón aprovechó las disputas por el trono entre el rey español Carlos IV y su hijo, el futuro Fernando VII, para intervenir en el Imperio Español e imponer las llamadas «abdicaciones de Bayona», por las cuales ambos renunciaron sucesivamente al trono de España en favor de José Bonaparte, luego de lo cual Fernando quedó cautivo.
Pero la intervención francesa desencadenó un levantamiento popular conocido como Guerra de la Independencia Española (1808-1814) que trajo incertidumbre sobre cuál era la autoridad efectiva que gobernaba España.
Ante la ausencia de una autoridad cierta en España y el cautiverio de Fernando VII, los pueblos hispanoamericanos, bajo la dirección de los criollos, comenzaron una serie de insurrecciones desconociendo a las autoridades coloniales. La primera insurrección se produjo el 25 de mayo de 1809 en la ciudad de Chuquisaca, en el Virreinato del Río de la Plata, a la que le siguieron levantamientos en todo el continente para formar juntas de autogobierno, dando origen a la Guerra de Independencia Hispanoamericana.
El 25 de mayo de 1810 el pueblo de Buenos Aires depuso al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, cabeza del Virreinato del Río de la Plata y eligió una junta para reemplazarlo, dando inicio a la Revolución de Mayo.
Inmediatamente, el poder español instaló su sede en Montevideo, importante puerto competidor del de Buenos Aires, y reclamó al Consejo de Regencia español el envío de un nuevo virrey, tropas y armas para reprimir el levantamiento.
Ese mismo año, Artigas, quien por entonces permanecía en las tropas virreinales, fue enviado a Entre Ríos como comandante de un contingente militar colonial, en un intento de recuperar para España los cinco pueblos entrerrianos insurrectos, pero resultó derrotado por los caudillos locales.
En enero de 1811 llegó a Montevideo el nuevo virrey, Francisco Javier de Elío. La Junta de Buenos Aires desconoció su autoridad y le declaró la guerra el 13 de febrero.
El ala radicalizada de la revolución de Buenos Aires había puesto sus ojos en Artigas. Mariano Moreno, secretario de la Primera Junta, escribió en agosto de 1810, en su Plan Revolucionario de Operaciones, lo siguiente:
Sería muy del caso atraerse a dos sujetos por cualquier interés y promesas, así por sus conocimientos, que nos consta son muy extensos en la campaña, como por sus talentos, opiniones, concepto y respeto; como son los del Capitán de Dragones don José Rondeau y los del Capitán de Blandengues don José Artigas; quienes, puesta la campaña en este tono y concediéndoles facultades amplias, concesiones, gracias y prerrogativas, harán en poco tiempo progresos tan rápidos, que antes de seis meses podría tratarse de formalizar el sitio de la plaza.El capitán Artigas desertó del Cuerpo de Blandengues en Colonia del Sacramento y se trasladó a Buenos Aires para ofrecer sus servicios militares al gobierno revolucionario, que le dio el grado de teniente coronel, 150 hombres y 200 pesos para iniciar el levantamiento de la Banda Oriental contra el poder español.
Los pueblos de la América española luchaban por su libertad y Artigas quería defender esas ideas en la Banda Oriental. A principios de abril regresó a su patria con unos 180 hombres. El 11 de abril emitió la Proclama de Mercedes, asumió el mando de la revolución en la Banda Oriental y el 18 de mayo derrotó a los españoles en la Batalla de Las Piedras. Luego inició el sitio de Montevideo y fue aclamado «Primer Jefe de los Orientales».
En 1812 logró convocar a un Congreso Nacional en Maroñas y allí proclamó la Provincia Oriental con gobierno federal, como modelo a seguir por las demás Provincias Unidas del Río de la Plata.
En las filas artiguistas participaron personajes y caudillos tan importantes para la posterior historia uruguaya como Dámaso Antonio Larrañaga, Juan Antonio Lavalleja, Manuel Oribe, Fernando Otorgués, Fructuoso Rivera y Pablo Zufriategui.
El éxodo del pueblo oriental
Como consecuencia del armisticio firmado con el virrey Elío por la Junta de Buenos Aires, las tropas enviadas a la Banda Oriental debieron abandonar dicho territorio, levantando el sitio de Montevideo. Artigas fue nombrado «Teniente Gobernador, Justicia Mayor y Capitán del Departamento de Yapeyú», entonces en las Misiones argentinas.
Artigas, disgustado por el armisticio y ante la evacuación de las tropas porteñas, cumplió con su nuevo cargo trasladándose al territorio misionero, por lo que decidió pasar con sus seguidores a la orilla occidental del río Uruguay, hecho conocido como el éxodo oriental. Cruzó el río Uruguay con mil carretas y unas 16.000 personas con sus ganados y pertenencias, en la primera semana de enero de 1812, instalando su campamento cerca del arroyo Ayuí Grande, pocos kilómetros al norte de la actual ciudad entrerriana de Concordia, entonces perteneciente a la Provincia de Misiones.
Allí se estableció en un enorme campamento, desde el cual organizó un gobierno sui generis sobre el territorio que sus hombres alcanzaban a controlar. Mantuvo correspondencia con pequeños caudillos locales de las provincias de Entre Ríos y Corrientes, con lo que aumentó el círculo de los que compartían sus ideas y que serían base de su futura influencia en el Litoral argentino.
A principios de 1812, roto el armisticio con la retirada de Elío, las tropas de Buenos Aires reanudaron el sitio de Montevideo. Pero el jefe político de las mismas, Manuel de Sarratea, hizo todo lo posible para debilitar las fuerzas de Artigas, lo que llevó a un enojoso conflicto con el caudillo. Sólo después de la retirada de Sarratea, Artigas se unió al sitio de Montevideo con sus tropas.
Las instrucciones para la Asamblea del año 1813
En el campamento de Artigas fueron electos los diputados orientales que debían concurrir a la Asamblea General Constituyente del año 1813 a celebrarse en Buenos Aires. Artigas le dio instrucciones[11] a sus diputados, las que fueron dictadas el 13 de abril de 1813.
Básicamente, Artigas reclamaba:
Independencia de las provincias del poder español.
Igualdad de las provincias a través de un pacto recíproco.
Libertad civil y religiosa.
Organización de los poderes como un gobierno republicano.
Federalismo, con un gobierno supremo que entendendiera solamente en los negocios generales del Estado, y confederación referida a la protección que se debían las provincias entre sí.
Soberanía de la Provincia Oriental sobre los siete pueblos de las Misiones Orientales.
Ubicación del gobierno federal fuera de Buenos Aires.
Los diplomas de los diputados orientales fueron rechazados por la Asamblea, usando como argumento legal la nulidad de su elección porque se realizó en un campamento militar y además porque Artigas les había impartido instrucciones, a pesar de que la Asamblea se había declarado soberana.
A continuación, el general José Rondeau hizo reunir un segundo congreso, que eligió nuevos diputados a la Asamblea, en una capilla junto a su propio campamento, cuidando de elegir a diputados contrarios a la influencia de Artigas.
Ante este atropello a la voluntad popular, Artigas abandonó el sitio de Montevideo a mediados de enero de 1814. Se dirigió a la costa del río Uruguay, desde donde sus partidarios lanzaron una serie de campañas para controlar el interior de la Banda Oriental y la Provincia de Entre Ríos. La expedición enviada desde Paraná para enfrentarlo fue derrotada en Entre Ríos por su lugarteniente Eusebio Hereñú.
Tras el retiro de Artigas del sitio de Montevideo, el unitario Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Gervasio Antonio Posadas, firmó un decreto el 11 de febrero de 1814, declarando a Artigas «traidor a la Patria».
Art.1 - Se declara a don José Artigas infame, privado de sus empleos, fuera de la Ley y enemigo de la Patria.
Art. 2 - Como traidor a la Patria será perseguido y muerto en caso de resistencia.Art. 3 - Es un deber de todos los pueblos y las justicias, de los comandantes militares y de los ciudadanos de las Provincias Unidas perseguir al traidor por todos los medios posibles. Cualquier auxilio que se le dé voluntariamente será considerado como crimen de alta traición.
Se recompensará con seis mil pesos a los que entreguen la persona de don José Artigas vivo o muerto.
La Liga Federal
En 1814 organizó la Liga de los Pueblos Libres, de la que fue declarado Protector. Al año siguiente liberó Montevideo del control de los unitarios aliados de Buenos Aires.
Tras varios meses de enfrentamientos militares entre el Directorio, en una guerra civil desarrollada en Corrientes, Entre Ríos y la Provincia Oriental, la victoria de Fructuoso Rivera en la batalla de Guayabos en enero de 1815, obligó al Director Carlos María de Alvear a evacuar Montevideo, entregándola al segundo de Artigas, Fernando Otorgués.
Alvear, decidido a gobernar sobre las provincias argentinas sin oposición, ofreció a Artigas la independencia de la Provincia Oriental. Artigas la rechazó y ayudó a los federales de Corrientes y Santa Fe a sacudirse la tutela del Directorio.
Las victorias de Artigas facilitaron la revolución que determinó la caída de Alvear en abril de ese año. Pero las relaciones con su sucesor, Ignacio Álvarez Thomas, siguieron siendo tirantes y violentas. No obstante, éste no intentó volver a someter a su gobierno a la Provincia Oriental.
En mayo de 1815, Artigas instaló su campamento en Purificación, unos cien kilómetros al norte de la ciudad de Paysandú, cerca de la desembocadura del arroyo Hervidero, que desagua en el río Uruguay, y a unos siete kilómetros de la llamada Meseta de Artigas. Purificación habría de transformarse en la capital de hecho de la Liga Federal. El comerciante escocés John Parish Robertson, que lo visitara en aquel entonces, describió así el sitio:
Tenía alrededor de 1.500 seguidores andrajosos en su campamento que actuaban en la doble capacidad de infantes y jinetes. Eran indios principalmente sacados de los decaídos establecimientos jesuíticos, admirables jinetes y endurecidos en toda clase de privaciones y fatigas. Las lomas y fértiles llanuras de la Banda Oriental y Entre Ríos suministraban abundante pasto para sus caballos, y numerosos ganados para alimentarse. Poco más necesitaban. Chaquetilla y un poncho ceñido en la cintura a modo de kilt escocés, mientras otro colgaba de sus hombros, completaban con el gorro de fajina y un par de botas de potro, grandes espuelas, sable, trabuco y cuchillo, el atavío artigueño. Su campamento lo formaban filas de toldos de cuero y ranchos de barro; y éstos, con una media docena de casuchas de mejor aspecto, constituían lo que se llamaba Villa de la Purificación.
El 29 de junio de 1815 se reunió en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, el «Congreso de los Pueblos Libres» llamado Congreso de Oriente. Fue convocado por Artigas para «tratar la organización política de los Pueblos Libres, el comercio interprovincial y con el extranjero, el papel de las comunidades indígenas en la economía de la confederación, la política agraria y la posibilidad de extender la Confederación al resto del ex-Virreinato del Río de la Plata». En este congreso, las provincias de Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Misiones, Santa Fe y la Provincia Oriental se declararon independientes «de todo poder extranjero», al tiempo que se invitó a las demás Provincias Unidas del Río de la Plata a sumarse a un sistema federal, ya que dicha declaración de independencia no era una declaración separatista del Río de la Plata. A la Liga Federal liderada por José Gervasio Artigas estuvieron a punto de sumarse las provincias de Santiago del Estero y La Rioja aunque en ambas al final vencieron las tropas directoriales.
Envió una delegación a Buenos Aires con la premisa de mantener la unidad en base a los principios de: «La soberanía particular de los pueblos será precisamente declarada y ostentada, como objeto único de nuestra revolución; la unidad federal de todos los pueblos e independencia no solo de España sino de todo poder extranjero (...)». Los cuatro delegados fueron detenidos en Buenos Aires, y el nuevo Director ordenó invadir Santa Fe.
Artigas ratificó entonces el uso de la bandera creada por Manuel Belgrano, añadiéndole un festón diagonal punzó, siendo el rojo punzó desde entonces el signo del federalismo en Argentina. Artigas la llamó «el Pabellón de la Libertad».
Este congreso sancionó el 10 de septiembre de 1815 un Reglamento para el fomento de la campaña, que fue la primera reforma agraria de América Latina, ya que expropiaba las tierras y las repartía entre los que la trabajaban «con la prevención que los más infelices sean los más privilegiados».
La invasión luso-brasileña y la guerra contra los unitarios
El 9 de julio de 1816 se declaró en el Congreso de Tucumán la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, pero en el mismo, con excepción de Córdoba, no fueron representadas las provincias pertenecientes a la Liga de los Pueblos Libres.
El constante crecimiento de influencia y prestigio de la Liga Federal atemorizó tanto a los unitarios de Buenos Aires y Montevideo como al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve. En agosto de 1816 numerosas tropas luso-brasileñas invadieron la Provincia Oriental, con la complicidad tácita de los unitarios que se habían fortalecido en Buenos Aires y del embajador porteño en Río de Janeiro. Con la intención de destruir al caudillo y su revolución, las tropas luso-brasileñas atacaron por tierra y mar. Junto a Artigas, participaron en la defensa de su provincia sus lugartenientes: Juan Antonio Lavalleja, Fernando Otorgués, Andrés Latorre, Manuel Oribe, el misionero Andrés Guazurary, apodado "el indio Andresito". En cuanto a Fructuoso Rivera, éste traicionó a Artigas pasando a servir a los portugueses y brasileños. Poco tiempo después el mismo Fructuoso Rivera entraría junto a los montevideanos del "Club del Barón" a conspirar para dar muerte a Artigas.
Debido a su superioridad numérica y material, las fuerzas luso-brasileñas al mando de Carlos Federico Lecor vencieron a Artigas y sus lugartenientes y ocuparon Montevideo el 20 de enero de 1817, aunque la lucha continuó por tres años en el medio rural.
Indignado por la pasividad de los unitarios instalados en Buenos Aires, Artigas les declaró la guerra, al tiempo que enfrentó a los luso-braileños con ejércitos que se vieron diezmados por sucesivas derrotas.
Después de tres años y medio de resistencia, la batalla de Tacuarembó, de enero de 1820 significó la derrota definitiva de Artigas, que debió abandonar el territorio oriental, al que ya no volvería. Varios de sus lugartenientes cayeron prisioneros o abandonaron la lucha. Fructuoso Rivera, por su parte, se pasó al ejército brasileño de ocupación.
Conflicto con Ramírez
Casi al mismo tiempo, los integrantes de la Liga Federal, Francisco Ramírez, gobernador de Entre Ríos, y Estanislao López, gobernador de Santa Fe, lograron finalmente la victoria sobre los unitarios. La Batalla de Cepeda forzó la caída del Directorio. Pero la esperanza duró poco, ya que ambos caudillos, al saber del casi aniquilamiento de las tropas de Artigas, entraron en acuerdos con el nuevo gobernador porteño, Manuel de Sarratea, firmando con él el Tratado del Pilar. Aunque tal tratado consideraba pedir su aprobación a Artigas, el héroe oriental se consideró afrentado al no haber sido consultado por los suscriptores del tratado.
Después de la batalla de Tacuarembó, Artigas se instaló en Entre Ríos, donde entró en serios conflictos con Francisco Ramírez, quien no aceptó la hegemonía del caudillo oriental en su provincia. Con apoyo del gobierno porteño, Ramírez inició una campaña contra Artigas. Fue derrotado en una pequeña batalla, pero logró derrotarlo en la batalla de Las Tunas, prácticamente en el centro de Entre Ríos.
Ramírez persiguió a Artigas hacia Corrientes, donde éste contó aún con el apoyo del jefe guaraní Francisco Javier Sití. Pero la victoria fue, en definitiva, para Ramírez.
RESEÑA HISTORICA SOBRE LA REVOLUCION DE 1815 URUGUAY
El 28 de febrero de 1811, un grupo de un centenar de patriotas, encabezados por Pedro José Viera y Venancio Benavídez, tomaron las ciudades de Mercedes y Soriano y proclamaron el final de la dominación hispana. Por ser lugar de reunión las orillas del arroyo Asencio, este episodio se conoce como "El grito de Asencio".
Mientras tanto, José Gervasio Artigas se organizó en Buenos Aires y salió de allí con un grupo de hombres, y se dirigió hacia Uruguay, recibido con euforia por los pobladores quienes lo proclamaron Primer Jefe de los Orientales.
Después de lograr el triunfo de Las Piedras, Artigas sitió Montevideo. El Virrey Elío solicitó ayuda a los portugueses. Por ello, soldados portugueses invadieron la Banda Oriental, vencieron a Artigas y entraron en Montevideo. Por gestiones del Gobierno de Buenos Aires ante las autoridades fluminenses, estas tropas se retiraron, Artigas regresó con su ejército y volvió a sitiar Montevideo, apoyado por tropas de Rondeau. Este sitio duró casi dos años.
En 1816, nuevamente soldados portugueses invadieron Uruguay. Pueyrredón ofreció ayuda a Artigas pero éste la rechazó.
Artigas, el 14 de enero de 1820, sufrió la derrota de Tacuarembó y se retiró hacia la provincia argentina de Entre Ríos y la banda oriental pasó a pertenecer al Reino de Portugal, con el nombre de Estado Cisplatino, continuó perteneciendo a Brasil, cuando éste se independizó.
Pero el 19 de abril de 1825, Juan Antonio Lavalleja, con un grupo de hombres refugiados en Buenos Aires, desembarcó en las costas uruguayas, con la finalidad de sitiar Montevideo.
Estos hombres fueron los 33 Orientales, a quienes se unieron gente del pueblo y las tropas al mando de patriotas como Frutuoso Rivero. Sitiada la ciudad, Lavalleja convocó a los representantes del pueblo criollo a realizar una Asamblea en La Florida. Esta Asamblea declaró la Independencia de Uruguay y nombró Gobernador a Lavalleja, el 25 de agosto de 1825.
Después de obtenida la victoria de Sarandí por los patriotas, y habiéndose incorporado la Banda Oriental como miembro autónomo de las Provincias Unidas del Río de La plata, Argentina enfrentó la Guerra con el Brasil. La victoria de Ituzaingó, en febrero de 1827, reafirmó la independencia de Uruguay.
En 1829 sesionó un Congreso en Montevideo y el 18 de julio de 1830 se juró la Constitución.
"Ciudadanos: los pueblos deben ser libres. Ese carácter debe ser su único objeto, y formar el motivo de su celo. Por desgracia, va a contar tres años nuestra revolución, y aún falta una salvaguardia general al derecho popular. Estamos aún bajo la fe de los hombres y no aparecen las seguridades del contrato. Todo extremo envuelve fatalidad; por eso una desconfianza desmedida sofocaría los mejores planes, ¿pero es acaso menos terrible un exceso de confianza? Toda clase de precaución debe prodigarse cuando se trata de fijar nuestro destino. Es muy veleidosa la probidad de los hombres, sólo el freno de la Constitución puede afirmarla. Mientras ella no exista, es preciso adoptar las medidas que equivalgan a la garantía preciosa que ella ofrece.
Convención Preliminar de Paz: El 4 de octubre de 1828 quedó definitivamente ratificada la Independencia de Uruguay, después de las reuniones llevadas a cabo entre el 11 y el 27 de agosto de 1928 entre los delegados de Brasil y de las Provincias Unidas del Río de la Plata, después de las cuales se acordó su Independencia.